martes, 23 de noviembre de 2010

La voz Obiajulu

.-La respuesta a tus preguntas está en tu interior.- Retumbó en mi cabeza.

Era la voz de mi amigo, de mi querido amigo Obiajulu. Me decía que tuviera el valor de mirar en mi interior. Hacía mucho tiempo que no miraba hacia dentro. Mi corazón dañado no admitía más cristales rotos. Me costaba entregarme, me costaba querer. Un escudo infranqueable se fue creando alrededor mío. Me estaba cerrando en una prisión de acero. Eliseo tenía razón cuando me decía que debía confiar de nuevo. Que yo no tenía nada que ver con lo ocurrido. Que fue cosa del destino. Que si ocurrió fue porque estaba escrito.
Pero yo no creía que fuese verdad. El destino lo vamos creando poco a poco con nuestros actos. No hay nada escrito. El destino se puede cambiar. El destino no existe. El destino varía. La realidad vivida por mí no era la misma realidad vivida por ninguno de los otros cuatro. Me quisieron convencer que no fue por mí por lo que Zacarías había tomado aquella fatídica decisión.

De repente apareció Eliseo, que me protestó por estar aún levantado. Aunque no tenía ni pizca de sueño no me quedó más remedio que acompañarlo a la cama.

Cuando desperté oí risas que venían del porche. El lado donde dormía mi amor estaba vacío y frío por lo que supe que hacía tiempo que se había levantado. Abrí la ventana para mirar y sentí un escalofrio que me hizo retroceder.

Cuando entré en el baño me encontré la bañera llena de agua caliente y sales olorosas. Nunca pude entender como se las apañaba Eliseo para saber lo que me apetecía en cada momento. El largo baño tomado me alivio la resaca y el desayuno a base de zumo de frutas, té rojo y pastas de cereales acabó por despejarme.

Teníamos por costumbre la mañana del Sábado dar un paseo por los alrededores. En esta ocasión no me olvidé de mi cámara réflex. No quería perder la ocasión de fotografiar a mis queridos amigos todos juntos. Hice cargar a los gemelos con el trípode para sacar fotos de los cinco juntos.

El paisaje era espectacular.La Cordillera Cantábrica al fondo. El día estaba despejado y se podía ver la silueta que este sistema montañoso forma, donde dicen que se refujiaron los Cántabros para protejerse de las Legiones Romanas. Al otro lado el mar Cantábrico suele golpear con fuerza queriendo romper esta barrera que impide el paso al interior de la península.

La mañana pasó pronto y nuestros estómagos empezaron a protestar pidiendo alimento. Nos acercamos a la posada de Bertu. Este nos recibió con la amabilidad a la que nos tenía acostumbrados y nos agasajó con un menú a base de anchoas y Sorropotun de Cantabria, un guiso de atún con patatas rojas, que puso a callar a nuestros estómagos. Terminamos con tomar arroz con leche que era la especialidad de la casa. A la hora del café ya nos habíamos acomodado y parecía que no había pasado el tiempo. Las conversaciones eran fluidas y el ambiente tan agradable que me olvidé por completo del motivo por el que nos habíamops reunido.

Bertu era un virtuoso del piano y nos amenizó tocando melodías tan bien interpretadas que, Fernando, bueno ahora Isabel nos deleitó con su voz. Fue un momento mágico. Me hizo regresar al momento en que nos conocimos.

La tarde cayendo estaba y con mucho pesar nos despedimos de Bertu. El regreso fue muy silencioso. Aunque no lo habíamos hablado todos sabíamos que llegaba el momento de sacar a la luz los fantasmas....

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Un amor no correspondido

Los primeros en ir a dormir fueron los gemelos. Les siguió Eliseo que se encontraba cansado por haber conducido varias horas.
El fuego del hogar era muy agaradable a aquellas horas de la noche. Las luces de la casa estaban apagadas. Nos alumbramos con velas y el resplandor de la hoguera.
Matías estaba placidamente recostado en un sofá de capitoné de color burdeos. Llevaba una bata de terciopelo estampada con letras chinas. Era un poema.

EN LAS MONTAÑAS, A UN AMOR PERDIDO

No advertí tu leve paso

en las aguas arrugadas de mis sueños,

el amanecer azul del rio

mezcló tus pies transparentes

con las hojas doradas del otoño.



¿Me habrías amado ciegamente?

¿Habrías lavado tus cabellos

en el vino oscuro de mis labios?



Ya sólo te puedo ofrecer el viento de mi amor

y la blanca canción de mis huesos helados.



Wang Bai-Yi (681-752)

(Traducción: L. Tamaral

Me sentí muy feliz observando la belleza de mi amigo. Su piel de un blanco nacarado relucía al resplandor de las llamas. En la mano izquierda sujetaba una copa de vino tinto. El color de este vino se fundía con el de sus labios que contrastaban aún más en la penumbra en la que nos encontrábamos. Hubo un fugaz momento en el que me miró profundamente y creí vislumbrar el nacimiento de una furtiva lágrima que rápida y disimuladamente secó con la mano derecha. Al hacerlo me fijé que llevaba puesto el anillo que le regalé en su dieciocho cumpleaños. Yo siempre supe de su silencioso amor por mí. Un silencio que nunca se había roto. Parecía haber un pacto entre los dos del que nunca habíamos hablado. Siempre había estado claro que mi amor por él sólo era filial. Precisamente lo que me hacía quererlo más era el respeto con el que él se comportó siempre, en relación a este tema. Yo siempre estuve enamorado de Eliseo. Desde el momento en que lo vi por primera vez en el mercadillo.
Lentamente depositó su copa sobre la mesa velador, se incorporó tan suavemente como lo haría un angel flotando sobre la alfombra. Pasó suavemente sus manos sobre mis hombros y, sin decir nada, le vi desaparecer al final de la escalera que llevaba a los dormitorios.
 
Me quedé solo viendo como las llamas de la chimenea bailaban una danza imaginaria con las sombras que ellas mismas proyectaban. Me levanté para tomar la última copa. Me gustaba hacerlo a solas conmigo mismo y mis pensamientos. Sobre la mesa de comedor seguía la cajita donde se guardaba la alaja encontrada hacía tantos años. Sabía que todos esperaban que fuera yo quien la abriera y así lo hice. Al abrirla un rayo de luz inundó la estancia y me cegó por un momento. De nuevo sentí como si la alfombra se moviera bajo mis pies, La sala giró a mi alrededor y me vi de nuevo en la misma playa dorada donde mi amigo Obiajulu sembró una lágrima...

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Cambio de sexo

Cuando isabel y Fernando se volvieron para saludarnos, comprendí la unión tan perfecta que siempre había habido entre ellos. Estaban bellísimos los dos. Hasta pasado un buen rato no me di cuenta de la realidad. Era tal la perfección en sus rostros que era casi imposible averiguar quien era quien. Sólo observando detenidamente sus miradas, los que los conocíamos podíamos saber la verdad. Tanto isabel como Fernando habían nacido en un cuerpo cambiado. La delicadeza de uno se complementaba con la rudeza de la otra. Con el paso de los años se habían hecho más iguales. Habían llegado a un punto en el que no se sabía quien era quien. Físicamente eran perfectamente iguales. Sólo podías ver las diferencias si los encontrabas desnudos. Cosa que nunca ocurría. Se guardaban mucho de mostrarse sin ropa ante nadie que no fueran ellos mismos. Cambiaban sus papeles tan amenudo que ya ni nos molestábamos en intentar saber quien era una u otro. Los aceptábamos como si fueran uno solo.

Ahora se les veía más felices que nunca, porque ahora si había una diferencia. Ella se había convertido en él y él en ella definitivamente. Había sido una operación de cambio de sexo complicada pero eficaz. Se trasplantaron mutuamente y consiguieron corregir el error cometido por la naturaleza. Pero seguían tan unidos como siempre y era muy difícil que nadie se acercara a ninguno de ellos sin la aprobación del otro.

Se acercaron a nosotros y los cinco nos fundimos en largo y caluroso abrazo. Volvíamos a ser los mismos. Hasta Eliseo me transmitió el amor que tanto echaba yo de menos.

Fue una velada muy agradable. Isabel, la auténtica, preparó una de sus especialidades y lo regamos con un Marqués de Cáceres. Nos bebimos tres botellas entre los cinco, lo que hizo que fluyera la comunicación entre nosotros como si no hubiera pasado el tiempo. Recordamos viejos tiempos y llegado al punto del motivo por el que nos habíamos reunidos todos permanecimos un buen rato en silencio sin atrevernos a decir nada. El recuerdo de Zacarías pesaba demasiado...
El primero en romper el silencio fue Matías. Sacando una pequeña caja de uno de los bolsillos la depositó sobre la mesa. Ninguno se atrevía a abrirla.

miércoles, 27 de octubre de 2010

EL REENCUENTRO

Hablé a Eliseo acerca de mi cita con Matías. Lo que no le conté fue que había quedado con él para hablarle del asunto que me tenía en vilo. Matías poseía una de las mentes más lúcidas que yo conocía y era un experto en sucesos paranormales. Nadie como él para encontrarle sentido a lo que me estaba ocurriendo. No en vano llevaba años recorriendo el mundo hablando de este tipo de casos. Estaba seguro de que podría ayudarme. No le puse en antecedentes, sólo le pedí que trajera el anillo que encontramos cuando éramos adolescentes. Por suerte aún lo conservaba.

En el último momento Eliseo dijo que me acompañaría. Que había pedido el día libre en el Geriátrico. El también tenía ganas de ver a Mati. La noche anterior me acompañó en mi borrachera y me hizo el amor como hacía mucho. Tal vez el revivir momentos de tiempos en los que fuimos inmensamente felices le puso eufórico o talvez fue producto del alcohol. 

Decidimos ir en su coche. A mí no me gusta conducir y aprovecho siempre que puedo para ir en el asiento de al lado. Habíamos quedado para pasar el fin de semana en la casa que Mati posee en la montaña. Estaba situada en una  loma con unas vistas impresionantes a un valle.


Cuando llegamos estaba atardeciendo. El sol se estaba ocultando. Los débiles rayos que desprendía se reflejaban sobre los ocres y amarillos de las ojas caídas de los árboles y de las que aún luchaban por permanecer en las ramas. Era un espéctaculo maravilloso ver los colores del otoño. Los árboles se desnudaban y dejaban caer sus hojas como dorados copos de nieves. Como el confetti de una fiesta de bienvenida. Era como si la alegría que sentíamos por ver a nuestro amigo se la transmitiéramos a la naturaleza y esta nos lo agradecía saludándonos  a nuestro paso.

Bajo el porche pude distinguir la figura de nuestro amigo. A pesar de no lucir ya el sol, llevaba unas gafas oscuras para proteger sus ojos. Esos ojos, que en más de una ocasión nos habían salvado de caer en alguna trampa. 

Nos saludó de lejos y pudimos ver como asomaba una dulce sonrisa entre sus carnosos y rojos labios.

Cuando nos encontramos, nos  fundimos en un prolongado abrazo los tres. Era tan emocionante encontrarnos de nuevo que no pude reprimir una pequeña lágrima.

-.Pasad, tengo una sorpresa para vosotros...

La temperatura en el interior era muy agradable. Dos figuras de espaldas a nosotros y frente a la chimenea se dibujaban al fondo. Enseguida comprendí cual era la sorpresa: Isabel y Fernando...

jueves, 21 de octubre de 2010

LA LÁGRIMA DE OBIAJULU

Anoche me acosté tarde. No tenia sueño. Los nervios por el encuentro con Matías no me dejaban dormir. Estaba ansioso por ver a mi querido amigo. Hacía años que no nos veíamos. Manteníamos contacto por msn y por teléfono, pero en pocas ocasiones habíamos podido quedar para vernos. Las muchas conferencias que daba por todo el planeta le mantenían alejado de mí y del resto del grupo. La última vez que nos reunimos todos lo hicimos con motivo del funeral de su madre.Amalia, apareció al cabo de diez años. Cuando encontró una carta que explicaba los motivos de su huida, pero de eso hablaremos en otro momento. pasó los últimos años en un manicomio llena de dolor. Sus pupilas estaban raramente dilatadas en forma de media luna. Me tomé varias copas viendo una peli: No me acuerdo cuando me quedé dormido. Lo que sí recuerdo fue el sueño que tuve. Paseaba por una playa cuya arena era de color rosa. Era al atardecer. El sol se reflejaba en las aguas de un rosa suave formando una imagen de postal de enamorados. La bahía estaba desierta. En un momento me vi frente a un árbol formado por miles de lágrimas de amatista tan hermoso que creí que había muerto y me encontraba en el Paraiso. Enseguida comprendí que había nacido ese árbol fruto de la lágrima que un día mi amigo Obiajulu derramó en la arena. Lágrima que representaba todas las lágrimas derramadas en tantas playas por su gente, por la mía y por la de todos. En el sueño vi como una figura de mujer se acercaba a mí y me susurraba al oído algo que no entendí: Cola de dragón rosa. Después desapareció. Miré hacia el mar y pude ver también, los tristes ojos negros de mi amigo. Una fina lluvia comenzó a  caer y me nubló la vista. En ese momento desperté empapado en sudor. Un sudor frío como si la luvia del sueño me hubiera mojado.

lunes, 18 de octubre de 2010

Cabeza de león, cola de dragón.

Embriagado por la fragancia desprendida del cuadro pareció encenderse una luz en mi cerebro. Intenté seguir esta luz que acababa de invadirme. Me volví y observé en el dosel el mismo dibujo que había visto en la puerta de acceso al dormitorio. No podía pensar bien. Mi pensamiento volaba a una velocidad que producía vértigo. La habitación comenzó a girar a mi alrededor. Se inundó de luz, de repente y pude ver cada rincón, cada detalle con exactitud. Bajo mis pies, el suelo estaba alfombrado de pétalos  que desprendían diferentes olores. Podía ver como hilos de vapor subían hacia mi y me invadían. Secuestrado por tales sensaciones me dirigí hacia la chimenea de mármol blanco. En el frontal sobresalía la cabeza esculpida de un león de melena rizada con la boca entreabierta. No sé, impulsado por qué, metí una mano en la boca del felino. El suelo cedió bajo mis pies. Por suerte la caída no fue muy dura. Cuando me recobré del golpe que sufrió mi trasero, vi que me encontraba en un pasadizo oscuro. No podía ver casi nada. Los olores anteriores habían desaparecido y ahora un olor penetrante a azufre me quemaba las fosas nasales. Alargué los brazos hacia arriba para intentar salir por donde había caído, pero solo pude rozar con la punta de mis dedos la abertura circular. Palpé a mi alrededor. En un lateral había una especie de capitel. Intenté empujarlo hacia el lugar en el que mis posaderas habían dejado su marca. No pude. Pesaba demasiado. Me arrodillé y ayudándome con los pies sobre la pared lo moví unos centímetros. Así varias veces hasta que conseguí situarlo. Me subí encima. Por suerte mis brazos eran fuertes y de un impulso salí del agujero. Pensé que de nuevo me estaba metiendo sin saberlo en algún lío. Volví a meter la mano en la boca del león y el suelo se cerró.

Ya en mi habitación de forma más tranquila rebusqué de nuevo entre mis recuerdos. Allí estaba la foto con Matías mostrando la sortija. Con una lupa pude ver el grabado: dos triángulos superpuestos como dos puntas de flecha. El mismo dibujo del dosel y la puerta. Era increíble. Tal vez se tratara de una coincidencia. Tenía que comprobarlo a pesar de todo. Marqué el número de celular de Matías. Quería saber si conservaba la sortija. Habían pasado muchos años. Un hormigueo recorrió mi espina dorsal.
 No había nadie. Dejé un mensaje:

-.Hola Matías. Supongo que debes estar en alguna de tus conferencias. Llámame cuando puedas. he de contarte algo que te va a sorprender...

miércoles, 13 de octubre de 2010

Matías

Los ojos de Matías eran tristes, muy tristes. Los más tristes que recuerdo. Oscuros. Tan  oscuros que daba miedo mirarse en ellos. Contrastaban enormemente con la palidez de su rostro. Era hijo de la noche. Su madre lo engendró un día de Luna Nueva. Nunca se supo del padre. Cuando se quedó embarazada no se escondió como el resto de madres solteras. Había varias con hijos sin padre. Pero esas no salían a la calle y escondían su vergüenza. Amalia, que así se llamaba la madre de Matías, presumía de su embarazo. Decía que el padre de su hijo vendría a buscarla para llevarla con él. Dicen que era tan hermosa que los hombres quedaban embrujados por su belleza . Las verdaderas viejas brujas del pueblo la maldecían por lo bajo y escupían a su paso.  Una noche de luna llena desapareció. Dicen que la vieron dirigirse al bosque y que, una vez dentro, trazó con una rama un círculo a su alrededor y entonó un canto que asustó a los animales que vivían en esos parajes. Quien la vió dice que lo hizo por casualidad. Había salido a cazar aves nocturnas. Oyó un ruido de pisadas de ojas secas. Se asustó pensando que era el guardia forestal y se escondió tras una haya. Desde allí lo vio todo. Vio como la mujer se desnudaba a la luz de la luna. También vio como brillaban sus pechos erguidos y abiertos como ramos de jacintos. El círculo se llenó con una luz roja que en un momento le cegó los ojos. Cuando los abrió la bruja había desaparecido. Corrió como alma que lleva el diablo a refujiarse en la Iglesia. Guardó silencio durante años. Pero una noche bebió más de la cuenta y con los vapores del alcohol se le soltó la lengua. Nadie le creyó en ese momento. Cuentos de viejo borracho.

Tal vez por todo eso la mirada de matías era tan oscura y triste. Había crecido oyendo todo tipo de especulaciones. Unos decían que había escapado con su padre, que era un preso político, evadido de la cárcel. Que en su huida a América, no quisieron cargar con un niño. Otros que el padre era un joven hermoso que un día se cruzó con ella y a la sombra de los árboles consumaron el hecho. La verdad se supo muchos años después. Amalia había sido violada por el hijo del alcalde y cuatro amigos más en noche de borrachera. Los cinco murieron esa misma noche en accidente de tráfico.

Una mujer madura que no tenía hijos se hizo cargo de Matías. Intentó como pudo que el niño fuera feliz. Lo consiguió a medias. Durante dos años fue un niño uraño y meláncolico. Caminaba pegado a las paredes. Tenía miedo del sol. Sólo jugaba con nosotros al atardecer. Cuando viajábamos por las alcantarillas él no necesitaba antorcha. Sus pupilas se dilataban y podía ver en la oscuridad. Se adelantaba siempre a todos. Se le podía ver por su extrema palidez. En la oscuridad ya no tenía miedo. Se quitaba la ropa y dejaba que su cuerpo se llenara de la luz blanquecina de la luna que se filtraba por las juntas aún no soldadas.

El fue el que encontró la alaja que llevamos a Zacarías...

viernes, 24 de septiembre de 2010

LA MISTERIOSA DAMA III

 Al día siguiente me encontraba mucho mejor. Pero a pesar de eso..."No puedo creer que todo haya sido un sueño. Era demasiado real. La dama del cuadro parecía ser la misma dama misteriosa de la playa. Tengo que volver a verla. El retrato era tan realista...la cama estaba aún caliente". Estos pensamientos se repetían una y otra vez. Una gran ansiedad se apoderó de mí. Aproveché que Eliseo no estaba para levantarme. Al hacerlo me mareé. Aún me dolía un poco la cabeza. Cojí una caja que guardaba al fondo del armario de mi dormitorio. Desaté la cuerda con que estaba atada y saqué un fajo de fotos. Busqué la que necesitaba. Mi mente no podía encontrar una explicación. Esa foto fue tomada hace dos años. No podía ser que parte se hubiera borrado. Era todo tan extraño. Yo juraría que en la fotografía salía la señora con su sombrilla. ¿Sería todo fruto de mi mente? Llevé la foto al baño y la sumerjí en agua tibia. Tal vez el revelado no había fijado bien, tal vez, no se aclaró y los restos de revelador borraron la imagen. Al mojarla se veía como una sombra alargada en un lateral. De fondo el mar. Puse a secar la la foto.  Y me vestí.


Al entrar en el palacio tuve la sensación de que entraba en una cámara frigorífica. Una luz blanquecina se filtraba por los ventanales. Abroché la cremallera de mi cazadora y me dispuse a bajar las escaleras que conducían al primer sótano. Con la linterna encendida me dirigí hacia la puerta. Empujé pero ni se movió. Alguien había cerrado con llave, la busqué pero no encontré nada. Volví a subir a la primera planta. En un mueble adosado a la pared había un juego de llaves. Pensé que tal vez alguna valdría. Me dirigí al sótano, pero algo me detuvo. Oí un ruido al otro lado del pasillo. Parecía provenir de detrás de la puerta de la sala principal. Entré pero no ví nada. Me volví para salir y de nuevo oí el ruido, esta vez más claramente. Parecía el llanto de una mujer...me dejé guiar por mi fino oído. El llanto parecía venir de detrás de una puerta al fondo. Al intentar abrir comprobé que estaba cerrada. Probé con el manojo de llaves y voilé... conseguí abrirla. La empujé suavemente, a pesar de ello chirrió un poco. Al hacerlo el llanto de la mujer dejó de oirse. Terminé de abrir y me encontré en otro dormitorio similar exactamente igual al del sótano. Mi primer impulso fue ir a tocar y comprobé que esta también estaba caliente. El cuadro que colgaba frente el dosel era idéntico. La misma dama. Pero había algo distinto. Mientras que en la de la estancia del sótano se apreciaba una belleza inmaculada, en este el rostro aparecía con un toque de tristeza. Una lágrima caía del ojo izquierdo. Parecía tan real. La toqué y mi dedo se mojó. Me lo llevé al olfato y comprobé que olía a una fragancia embriagadora

lunes, 20 de septiembre de 2010

Isabel y Fernando

Isabel y Fernando. Los Reyes Católicos, como nos gustaba llamarles. Dos hermanos gemelos tan iguales que, a veces, nos gastaban bromas y se hacían pasar el uno por la otra y viceversa. Llevaban el cabello rubio dorado. A veces me gustaba mirarlos detenidamente para intentar descubrir las diferencias que podrían hacerlos distintos y terminaba mirando como los rayos del sol se reflejaban en su pelo y le hacían parecer hecho por hilos finos del mejor oro. Con el mismo corte muy ambiguo. Sus ojos eran claros y cambiaban de color según la luz del sol. Unas veces eran verdes claro y otras de un turquesa, que parecía que los hubiera tallado un joyero artesano.Su madre, supongo que para ahorrar tiempo y molestias a la hora de vestirlos, les ponía la misma ropa, con lo cual eso nos despistaba aún más. Lo mismo que intercambiaban sus personalides, cuando crecieron fueron intercambiando sus hábitos de juego y comportamiento.

Isabel jugaba con nosotros al fútbol. Era ágil y veloz. Los demás chicos se metían con ella. La llamaban marimacho. En alguna ocasión tuvo que emplear sus puños para defenderse de tales ataques homófobos. Así fue como la conocimos. Nos la encontramos enzarzada en una pelea. Ella y Matías se estaban pegando tirados en el suelo, con el pelo enmarañado y llenos de arañazos. Se estaban peleando por un gol que Matías decía que no había sido. Le dijo que se fuera jugar con su hermano, el mariquita, a las muñecas. Nada más oir esto, Isabel se volvió y le propinó un derechazo que le hizo caer al suelo. Inmediatamente se avalanzó sobre él y los dos rodaron por una pendiente yendo a caer a un charco de agua embarrada. Esto no les detuvo y siguieron pegándose como dos muchachos que disputaran por una chica. Así me los encontré.
Con el tiempo se harían amigos inseparables.

Su hermano estaba sentado a la sombra de un árbol. En su regazo acunaba una muñeca mientras cantaba una canción preciosa. Su voz sonaba angelical. Me acerqué a escucharlo y me olvidé inmediatamente de la pelea. Al verme de cerca levantó la voz y cantó la melodía de tal manera que el tiempo pareció pararse. Los pájaros que había en las ramas del árbol dejaron de trinar. Soplaba el viento y se paró. El sol resplandeciente, envidioso se ocultó tras unas nubes, que no sé de donde salieron pues el cielo estaba despejado. Cuando terminó su canto por un momento pude notar el silencio y la quietud que reinaba en el entorno. Pude ver como Matías e Isabel estaban abrazados sin importarles el agua sucia y llena de barro que empapaba sus ropas. Con la cara sucia por el barro sonreían embelesados ante tanta belleza sonora...

sábado, 4 de septiembre de 2010

Eliseo

El día de mi doce cumpleaños me levanté más temprano de lo habitual. Estaba un poco agitado, nervioso. No quería que nadie se me adelantara para ir al baño. Me miré en el espejo y observé muy despacio mi cara. Miré mis pobladas cejas, mis oscuras y largas pestañas seguían en su sitio. Los labios gruesos seguían igual que la noche anterior. El bigotillo incipiente, como una sombra. Los ojos tenían la misma profunda oscuridad. No había ningún cambio. Me bajé los calzoncillos, mi pene seguía del mismo tamaño. No vi asomo de vello en mi pubis.
Me habían mentido. Llevaba años oyendo como cuando llegara a los doce mi cuerpo empezaría a cambiar. Nada. Me desnudé por completo, subiéndome en un taburete para verme en el espejo del lavabo. No observé ninguna variación. Seguía teniendo las piernas flacas y largas. Levanté los brazos y miré las axilas. No vi nada. Estaba tan nervioso y disgustado que pasó un buen rato hasta que vi el espejo de mano. Lo tomé nervioso, las manos me temblaban un poco, me lo coloqué entre las piernas, levanté los testículos y allí estaban. Los primeros vellos negros y duros. Era tal mi alboroto que resbalé, y al agarrarme al lavabo el espejo cayó rompiéndose en dos. Vi mi cara reflejada en él con un corte que me atravesaba la cara. -Dios, mi hermana me matará por esto. -pensé. Tenía que hacer algo. Me puse a pensar. Salí al pasillo y lo envolví en papel de peródico. Miré en un cajoncito de la entrada. Mi madre siempre guardaba monedas sueltas. Tal vez alcanzara para un espejo nuevo. Las cojí. Fui a mi habitación y me vestí rápidamente. Era martes y los martes ponían el mercadillo en la plaza. Rápidamente salí sin hacer ruido.
Los primeros puestos del mercado estaban abiertos. Busqué, busqué y no ví nada. Estaba desesperado. Pronto mi hermana se levantaría...
-Te puedo ayudar...-oí a mis espaldas
Al girarme me encontré con los ojos más penetrantes que nunca había visto.  Tan hechizantes...Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Eran dos Esmeraldas tan bellamente talladas...la imagen de la virgen Macarena, las verdes piedras preciosas que adornaban su pecho... Me quedé mudo.
-Te pasa algo?-preguntó. Era un muchacho bellísimo. Su cabello caía finamente sobre los hombros como filamentos de fino oro. Era mayor que yo. Por lo menos tendría trece años. La piel de su cara era rosada, como nacarada. Ni una pequeña sombra manchaba tal perfección.
Le mostré el espejo roto.
-Tienes otro igual?-pregunté
Al cojerlo su mano rozó la mía y un remolino turbulento recorrió mis venas. Me asusté, no sabía que estaba pasando. Temía que de un momento a otro echaría a correr y así fue. Mis pies volaron y cuando me quise dar cuenta estaba en lo alto de una loma desde donde se veía el mercadillo. Me sentía aturdido y me dejé caer sobre la hierba verde. Otra vez la palabra verde. Lloré sin saber por qué...

jueves, 2 de septiembre de 2010

La misteriosa dama II

Con tan poca luz no podía distinguir bien la pintura. La curiosidad me tentó y me acerqué dando un traspiés, para no caerme estiré los brazos buscando un apoyo, choqué contra un reborde de la pared y al hacerlo oí un ruido como de ruedas viejas de carruaje. Giré hacia el lado del que venía el sonido y pude ver como en la pared izquierda se habría un hueco del que salía una suave luz azulada. Me dirigí hacia ella muy despacio y  me di cuenta que era una especie de ventana. Desde ella se veía al fondo una playa blanca que brillaba como  si los granos de arena fueran diminutos diamantes. De repente apareció por un costado una sombrilla de encajes, era la mujer de la playa. Lentamente se giró y pude ver su rostro, era la dama del cuadro... De repente ...me desperté con la frente empapada en sudor. Me dolía enormemente la cabeza. Estaba en una cama que no era la mía. A mi lado izquierdo estaba Eliseo. Con sus dos manos agarraba la mía. -Menudo susto nos has dado.-dijo.-  ¿ Cómo se te ocurrió bajar a los sótanos sin una linterna ? Te has golpeado contra un muro de piedra. Me contó que uno de los peones de la obra, me encontró desvanecido al pie de una puerta. -Viste la estancia?-pregunté. -¿De que estancia me hablas ? preguntó él. -Abrí una puerta y descubrí una especie de lugar secreto. Había un cuadro de una mujer muy hermosa... -Calla tienes que descansar. Has estado delirando. Hablabas de una señora, un cuadro..pero habrá sido fruto del golpe...

lunes, 30 de agosto de 2010

La misteriosa dama


Hacía tiempo que no paseaba por la playa. Las últimas semanas había estado muy ocupado y salía muy tarde del trabajo. La reducción de personal causaba la acumulación de faena. Era muy agradable trabajar en la restauración de obras de arte, pero agotador. Cada día tenía que dedicarle más horas. Teníamos que trabajar duro si queríamos que el palacio quedara listo a final de año. Llevábamos trabajando en él cuatro largos años. Cuando me ofrecieron el trabajo no pensé que sería tan duro, ni que tendría que dedicarle tantas horas. A pesar de todo estaba feliz. Trabajaba en lo que más me gustaba y rodeado de verdaderas joyas de la pintura y la escultura. Pero lo que más me llamaba la atención eran las telas antiguas. Los brocados, tafetanes, crepés, cretona, damasco, moaré, shantung y tantas otras. Me trastoca su tacto, el olor que desprende cada una de ellas. Las acaricio y noto como si ellas me cariciaran a mí. Cierro los ojos y casi puedo ver a las personas que las poseyeron antaño. Recorro con mis dedos los hilos de oro que con tanta maña bordaron otras manos. Esto me distrae bastante de mi trabajo, pero me viene bien pues me llena de energía e inspiración para el momento en que mis manos guian los pinceles, las espátulas en las pinturas y los cinceles, buriles y demás en la escultura. 


Ayer bajé al sótano donde se acumulan los trastos viejos. Necesitaba encontrar algún trozo de madera antigua inservible para hacer una prueba cromática. A medida que bajaba los peldaños de mármol, iba notando como disminuía la temperartura. Por un momento sentí como se me erizaba el vello. Un olor a humedad me invadió y rodeó todo mi cuerpo. Me costó abrir la puerta al final de la escalera. Era de madera gruesa de roble, maciza con forja de hierro oxidado, los clavos eran grandes, formando un dibujo geométrico, que no reconocí. Al abrir sentí como si una voz al fondo de la estancia me llamara. Di un salto al sentir una rata correr cerca de mis pies. Siempre me habían repugnado estos animales, me parecían hechas por el demonio. Busqué en la penumbra algún halo de luz, pero no ví nada. Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad me di cuenta de que me había equivocado de sitio. Para mi sorpresa vi que era una especie  de dormitorio.A pesar de que parecía abandonado mantenía una limpieza libre de polvo y cualquier tipo de suciedad. Como si alguien se ocupara de mantenerlo así. No era posible ya que no había nadie viviendo en el Palacio. Sobre la cama una colcha arrugada en un borde, dejaba entender que alguien se hubía sentado hacía poco. Toqué la tela y me sobresalté. Aún estaba caliente. Mis ojos se posaron inmediatamente sobre un cuadro colgado en la pared, frente al dosel. Era un retrato de una dama muy hermosa...

sábado, 28 de agosto de 2010

El anticuario

" ALMONEDA ZACARÍAS.  ANTICUARIO " rezaba el letrero por encima de la puerta de entrada. Con el sonido de la vieja campanilla, se acercó a recibirnos el dueño de la tienda. Era un hombre de estatura por encima de la media. Andaría rondando los cincuenta. Vestía traje gris marengo con chaleco cruzado. Ni una arruga en el terno, como tampoco en su cuidada cara. Iba meticulosamente afeitado. La sonrisa más hermosa que recuerdo, dejaba entrever unos dientes como perlas cultivadas. _. Hola chicos, que os trae de nuevo por aquí? _. Hola. Queríamos saber si nos puedes ayudar con esto-dijo Fernando mostrando la alaja. _. Déjame ver.Umm. Parece interesante. ¿ Donde lo habéis encontrado ? Nos miramos unos a otros sin responder _. Creo que esta vez habéis hallado una buena pieza. Sus bellos ojos verdes se iluminaron al decir esto. Parece una sortija de pedida. Debía llevar engarzada alguna piedra preciosa. Es una pena que se haya desprendido. Imagino que queréis averiguar todo lo posible sobre la joya. Tendré que consultar algunos catálogos. Aunque parece pieza única es posible que tenga otras hermanas. Dadme una semana y os diré lo que averigüe. Mientras tanto aprovechad los pocos días de verano que quedan. Este Otoño amenaza ser muy lluvioso. Con la amabilidad que siempre le caracterizaba, nos acompañó a la salida... _. Aarón- llamó antes de que cruzáramos la calle. Me volví al oir mi nombre _. Quiero comentarte algo. Me acerqué para escucharle. _. Voy a necesitar ayuda los fines de semana. Me gustaría que trabajaras en mi tienda. Quiero alguien de confianza.-me propuso. Mi corazón se aceleró y me quedé callado sin poder reaccionar. Siempre había soñado con ese momento. _. Puedes empezar este Viernes si te parece bien. _. Sí, si puedo y si quiere usted mañana mismo.- balbuceé. _. No, no hace falta...

jueves, 26 de agosto de 2010

El Otoño se acerca de puntillas

El otoño se acerca de puntillas. Se nota su inmediata presencia. El Sol le tiene miedo y se esconde tras las nubes de cabello blanco. Su aliada oscuridad se hace más fuerte y atrevida. La playa se va quedando sola. Los árboles ya no temen al astro. Se desnudan poco a poco, dejando caer a sus pies la ropa que llevaron desde la primavera, formando una alfombra ocre que protege a la tierra de los primeros fríos. En el Otoño me siento atrapado por los recuerdos del verano, de todos los veranos. Mi mente viaja por los recovecos de mi corazón y se remonta a aquellos años de mi niñez, allá en mi ciudad natal. Salta de un lado a otro y se detiene allí donde la nostalgia deja su huella: Eliseo, Matías, Fernando Rafael e Isabel y en medio de todos ellos Yo...

viernes, 20 de agosto de 2010

El hallazgo

En la época en  que andaba por los doce, me reunía al atardecer con un grupo de amigos del barrio. El lugar escogido para los encuentros eran las entradas a las alcantarillas de una zona nueva en construcción. No teníamos mucho con lo que jugar, por lo que nos inventábamos viajes a las profundidades de la tierra. Provistos de antorchas hechas con palos y gomaespuma atada a ellos con alambre, nos introducíamos por ellas. Llegábamos a recorrer en una tarde  kilómetricos laberintos. Por el camino nos encontrábamos en más de una ocasión con ratas peludas y repugnantes. Había tardes en las que las horas volaban ahí dentro. Unas veces jugábamos a piratas en busca del tesoro escondido. Encárgabamos a Eliseo que dibujara un mapa. Era el que mejor mano tenía para esto, el único que seguía yendo a la escuela. Otras veces creíamos ser arqueólogos por tierras del Nilo, cosa que a mi me encantaba ya que soñaba que era descendiente de egipcios. En una ocasión nos encontramos una alianza con una gravación: "23 de Julio 1885" Andre e Paul. Nos pareció un acontecimiento increible. Nunca habíamos dado con nada de valor salvo en nuestras fantasías. A alguien se le ocurrió llevar el anillo a un joyero. Seguro que algo nos darían por él.
No! exclamó Fernando.
Fernando era el más salvaje del grupo, pero a veces tenía unos ataques de lucidez que nos dejaba a todos sorprendidos.
_. No!-repitió.
_. ¿ por qué no ?-Preguntó Matías, el más pequeño y no sólo en edad, apenas rozaba los nueve años, también porque era muy bajito para su edad. Los demás le gastábamos bromas por esto.
_. Porque si lo llevamos al joyero seguro que nos estafa y además...quien sabe...talvez pertenezca a alguien que lo anda buscando y que seguro nos da una buena recompensa. yo propongo llevárlo a Zacarías, el anticuario, El no nos engañará. propuso Fernando.
_. No sabemos si el anillo es antiguo._dije yo.
_. No importa, yo quiero saber a quien puede pertenecer._ respondió mi amigo....

jueves, 19 de agosto de 2010

Mi amigo Obiajulu

La playa se va quedando vacía. Vacía de sonidos, vacía de risas. Esas risas de los niños jugando con las olas que tanto echaré de menos. También echaré en falta el sonido de los pies desnudos de mi amigo Obiajulu, caminando por la arena. Su voz profunda ofreciendo la mercancía que porta en sus enflaquecidos brazos. Unos brazos que hace años eran fuertes. Lo sé porque me enseñó una fot0grafía. La foto era vieja. Estaba arrugada, rota, pegada en una cartulina casi tan vieja como la vieja foto. Vieja, cuantas veces habré oído de sus labios la palabra vieja...en ella se veía una pareja joven. Ella agarraba de la mano a un niño de ojos oscuros, profundos. En su cara se dibujaba una sonrisa como ningún pintor se hubiera atrevido a hacer. Por detrás del pequeño se erguía un joven de aspecto atlético, con poderosos hombros. Lucía una camiseta de tirantes blanca que realzaba su piel de ébano. Con el brazo izquierdo rodeaba la cintura de la joven que estaba a su lado y su mano derecha se apoyaba ligeramente sobre sobre la cabeza del muchacho como protegiéndola y bendiciendo al tiempo...Así era la familia de mi amigo antes de salir de Africa. Cuando me la mostró pude observar por sus mejillas una furtiva lágrima que fue a caer a la arena. Ese día no quise preguntarle nada...