lunes, 30 de agosto de 2010

La misteriosa dama


Hacía tiempo que no paseaba por la playa. Las últimas semanas había estado muy ocupado y salía muy tarde del trabajo. La reducción de personal causaba la acumulación de faena. Era muy agradable trabajar en la restauración de obras de arte, pero agotador. Cada día tenía que dedicarle más horas. Teníamos que trabajar duro si queríamos que el palacio quedara listo a final de año. Llevábamos trabajando en él cuatro largos años. Cuando me ofrecieron el trabajo no pensé que sería tan duro, ni que tendría que dedicarle tantas horas. A pesar de todo estaba feliz. Trabajaba en lo que más me gustaba y rodeado de verdaderas joyas de la pintura y la escultura. Pero lo que más me llamaba la atención eran las telas antiguas. Los brocados, tafetanes, crepés, cretona, damasco, moaré, shantung y tantas otras. Me trastoca su tacto, el olor que desprende cada una de ellas. Las acaricio y noto como si ellas me cariciaran a mí. Cierro los ojos y casi puedo ver a las personas que las poseyeron antaño. Recorro con mis dedos los hilos de oro que con tanta maña bordaron otras manos. Esto me distrae bastante de mi trabajo, pero me viene bien pues me llena de energía e inspiración para el momento en que mis manos guian los pinceles, las espátulas en las pinturas y los cinceles, buriles y demás en la escultura. 


Ayer bajé al sótano donde se acumulan los trastos viejos. Necesitaba encontrar algún trozo de madera antigua inservible para hacer una prueba cromática. A medida que bajaba los peldaños de mármol, iba notando como disminuía la temperartura. Por un momento sentí como se me erizaba el vello. Un olor a humedad me invadió y rodeó todo mi cuerpo. Me costó abrir la puerta al final de la escalera. Era de madera gruesa de roble, maciza con forja de hierro oxidado, los clavos eran grandes, formando un dibujo geométrico, que no reconocí. Al abrir sentí como si una voz al fondo de la estancia me llamara. Di un salto al sentir una rata correr cerca de mis pies. Siempre me habían repugnado estos animales, me parecían hechas por el demonio. Busqué en la penumbra algún halo de luz, pero no ví nada. Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad me di cuenta de que me había equivocado de sitio. Para mi sorpresa vi que era una especie  de dormitorio.A pesar de que parecía abandonado mantenía una limpieza libre de polvo y cualquier tipo de suciedad. Como si alguien se ocupara de mantenerlo así. No era posible ya que no había nadie viviendo en el Palacio. Sobre la cama una colcha arrugada en un borde, dejaba entender que alguien se hubía sentado hacía poco. Toqué la tela y me sobresalté. Aún estaba caliente. Mis ojos se posaron inmediatamente sobre un cuadro colgado en la pared, frente al dosel. Era un retrato de una dama muy hermosa...

1 comentario:

Vaquero Jack dijo...

Hola Juan!

Como todos tus relatos, el misterio y el suspenso capturan de toda mi atención.

Gracias por compartir tan hermoso relato.

Te mando un abrazo

PD: Noto un nuevo brillo y formato en tu blog, muy bueno.