lunes, 20 de septiembre de 2010

Isabel y Fernando

Isabel y Fernando. Los Reyes Católicos, como nos gustaba llamarles. Dos hermanos gemelos tan iguales que, a veces, nos gastaban bromas y se hacían pasar el uno por la otra y viceversa. Llevaban el cabello rubio dorado. A veces me gustaba mirarlos detenidamente para intentar descubrir las diferencias que podrían hacerlos distintos y terminaba mirando como los rayos del sol se reflejaban en su pelo y le hacían parecer hecho por hilos finos del mejor oro. Con el mismo corte muy ambiguo. Sus ojos eran claros y cambiaban de color según la luz del sol. Unas veces eran verdes claro y otras de un turquesa, que parecía que los hubiera tallado un joyero artesano.Su madre, supongo que para ahorrar tiempo y molestias a la hora de vestirlos, les ponía la misma ropa, con lo cual eso nos despistaba aún más. Lo mismo que intercambiaban sus personalides, cuando crecieron fueron intercambiando sus hábitos de juego y comportamiento.

Isabel jugaba con nosotros al fútbol. Era ágil y veloz. Los demás chicos se metían con ella. La llamaban marimacho. En alguna ocasión tuvo que emplear sus puños para defenderse de tales ataques homófobos. Así fue como la conocimos. Nos la encontramos enzarzada en una pelea. Ella y Matías se estaban pegando tirados en el suelo, con el pelo enmarañado y llenos de arañazos. Se estaban peleando por un gol que Matías decía que no había sido. Le dijo que se fuera jugar con su hermano, el mariquita, a las muñecas. Nada más oir esto, Isabel se volvió y le propinó un derechazo que le hizo caer al suelo. Inmediatamente se avalanzó sobre él y los dos rodaron por una pendiente yendo a caer a un charco de agua embarrada. Esto no les detuvo y siguieron pegándose como dos muchachos que disputaran por una chica. Así me los encontré.
Con el tiempo se harían amigos inseparables.

Su hermano estaba sentado a la sombra de un árbol. En su regazo acunaba una muñeca mientras cantaba una canción preciosa. Su voz sonaba angelical. Me acerqué a escucharlo y me olvidé inmediatamente de la pelea. Al verme de cerca levantó la voz y cantó la melodía de tal manera que el tiempo pareció pararse. Los pájaros que había en las ramas del árbol dejaron de trinar. Soplaba el viento y se paró. El sol resplandeciente, envidioso se ocultó tras unas nubes, que no sé de donde salieron pues el cielo estaba despejado. Cuando terminó su canto por un momento pude notar el silencio y la quietud que reinaba en el entorno. Pude ver como Matías e Isabel estaban abrazados sin importarles el agua sucia y llena de barro que empapaba sus ropas. Con la cara sucia por el barro sonreían embelesados ante tanta belleza sonora...

1 comentario:

Vaquero Jack dijo...

De seguro este relato es un recuerdo de la infancia, un relato vivo que refleja el ambiente de una epoca anterir. Este tema se me hace muy interesante, por la relación misma que he tenido con hermanos gemelos y mellizos.

Además me lleva a recordar a mi primer amiguito gay de la escuela. Que tenía una hermana tan parecida a el, que les gustaba vestirse igual de marineritos, a ellos les apodaban los marineritos.

Te mando un fuerte abrazo, VJ